Llevar una bandera a un estadio de fútbol puede parecer algo simple, y seguramente lo sea cuando el destino es tu propia cancha.
Sin embargo, cuando se jugaba de visitante, llevar un trapo podía ser algo muy complejo.
Es sabido que la hinchada de River a lo largo de los años honró a nuestros héroes de Malvinas. Una de las tantas banderas que se exhibían en la tribuna de El Más Grande, la más emblemática y original, tiene una imagen de nuestras Islas Malvinas con colores británicos y una mano en el centro, con los colores de nuestra bandera argentina que dice “Fuck You”.
El Miércoles 5 de junio de 1996, por el partido de ida de Semifinales de la Copa Libertadores, llevamos la referida bandera al tristemente histórico Estadio Nacional de Santiago de Chile (fue utilizado por la Dictadura de Pinochet como campo de concentración). Allí se enfrentaba el River de Enzo Francescoli, dirigido por Ramón, contra la U de Chile.
El partido transcurría con normalidad, hasta que desplegamos la bandera de Malvinas. De pronto, para nuestra sorpresa, los locales, se brotaron de ira y comenzaron a arrojarnos con todo lo que tenían a su alcance. Incluso, vimos con nuestros propios ojos que algunos chilenos compraban bebidas en un puesto que se ubicaba por encima de la grada donde estábamos ubicados los visitantes, con el único objetivo de tener algún elemento para arrojarnos.
En cuestión de minutos, la batalla se desató contra los locales y también con los carabineros que intervinieron pegando palazos a la gente de River.
Dentro del estadio se lograron calmar las aguas, pero a la salida nos esperaba una feroz emboscada, coordinada por los carabineros y “Los de abajo”, barras de la U.
En la puerta de la tribuna visitante se encontraban los micros de los jugadores, dirigentes e hinchas de River. La mayoría permanecían dentro de los mismos por temor.
Solo Los Borrachos del Tablón estábamos afuera, en la calle de salida.
En ese momento pasaron unas motos de carabineros y quien comandaba ese grupo policial nos dijo “Argentinos, ahora van a ver lo que les espera afuera”.
Estaba claro que la furia que despertó nuestra presencia con la bandera de Malvinas también había alcanzado a las fuerzas del orden chilenas.
El Diariero y Alan Schlenker salieron caminando por detrás de las motocicletas, vieron cómo éstas se detuvieron expectantes, a unos 200 metros del lugar.
Sucede que a escasos 100 metros, los nombrados divisaron, en la primera esquina y a la vuelta hacia la izquierda, unos 500 barras agazapados, con piedras y palos, aguardando la salida de los micros visitantes.
Al regresar y dar aviso de la situación, todos agarraron palos, ramas de árboles, piedras y todo tipo de objetos contundentes. Y, en lugar de salir abordo de los micros, lo hicimos todos corriendo, directo hacia la esquina donde se hallaban los barras de la U.
El combate duró 45 minutos. Había que avanzar y correrlos, pero al regresar para reagruparse, los chilenos volvían sobre nosotros. Fue extenuante ir y volver tantas veces. Solo en la primera arremetida nuestra y gracias al efecto sorpresa se llegó al cuerpo a cuerpo, dejando como saldo varios heridos de la U. A partir de ahí, era ir y volver. Pero no llegábamos a acercarnos a menos de 20 metros, aunque sí éramos blanco de los proyectiles que nos arrojaban en esa oscura noche.
Las escaramuzas parecían no tener fin, ante la mirada cómplice de los carabineros que seguían en su rol de meros espectadores a unos pocos metros de distancia.
Hasta que Guillermo M., el veterinario, gritó “rompamos todo, para que esto se termine”.
Y así fue, vidrios rotos, autos destrozados, incendios por doquier, hasta que los carabineros se vieron obligados a actuar, a reprimir, para finalmente desalojar las calles y que nuestros micros con nuestra gente, nuestros jugadores y dirigentes pudiéramos trasladarnos al aeropuerto y regresar a nuestros hogares.
Toda esta odisea significó llevar la bandera de Malvinas al Estadio Nacional de Chile.
Es una historia real.
LBT
