En 1996 la barra del Diariero se había convertido en una de las más respetadas de Argentina.
Eran tiempos dorados para las viejas barras donde los enfrentamientos eran moneda corriente.
El Tío Rico, un hombre de primera línea, había instalado el apodo de “Comandante Rommel” al líder de Los Borrachos del Tablón de ese entonces, por ser un gran estratega en las emboscadas a otras barras. Ir a River era bravo, porque independiente del resultado, Los Borrachos del Tablón siempre salían a buscar a la barra visitante.
El Diariero, maximo referente de LBT, siempre tenía información sobre el recorrido que iba a hacer la barra rival a la entrada y a la salida del Monumental.
El 28 de abril de 1996 no fue la excepción. Al final del clásico entre River y Racing, se tenía el dato que la Guardia Imperial (la barra de Racing) había dejado sus vehículos estacionados en las adyacencias de la parroquia Santiago Apóstol, ubicada sobre Udaondo a escasos metros de Libertador.
Cabe remarcar que sobre Udaondo también se encuentra la salida de la popular local, todavía llamada Almirante Brown en esos años.
Sin embargo, el Diariero sabía que los de Racing estarían pendientes de lo que ocurría sobre Udaondo, para evitar ser emboscados. Entonces, a la salida decidió cruzar por dentro del Club, salir por la Avenida Figueroa Alcorta y tomar por una calle paralela a Quinteros (principal calle de ingreso y salida de los visitantes).
Habían pasado unos minutos del final del partido en el que River le había ganado al La Academia por 4 a 2 y la parcialidad de Racing colmaba el Boulevard Quinteros en sentido hacia Libertador.
Los Borrachos del Tablón íbamos por Victorino de la Plaza y cruzamos Quinteros ante la sorpresa de la gente de Racing, que veían cortado su paso para dirigirnos hacia la referida parroquia en busca de la barra rival (a la gente no se la tocaba).
Dos cuadras después, repentinamente confluimos ambas hinchadas en una esquina. La sorpresa de los visitantes fue total. Nos esperaban desde “la derecha” por Udaondo, donde salía el público de River y nos aparecimos por “la izquierda” donde evacuaba el estadio la parcialidad de Racing.
Luego del sobresalto inicial, en el que los punteros de La Guardia Imperial gritaron “acá están las gallinas”, ellos no dudaron en encarar hacia adelante.
Esa noche en Núñez se produjo un combate general pocas veces visto. Dos hinchadas muy numerosas dándose con todo.
Los que llevaban los bolsones con los “trapos” de ellos retrocedieron corriendo para alejarlas de nosotros, como corresponde.
Sin embargo, uno de sus bolsones no estaba bien atado y en la mencionada carrera hacia atrás, se les cayó un tirante y se fue desenrollando sobre el medio de la calle.
Nos tiramos encima de él. De pronto, lo impensado. Quedamos Los Borrachos del Tablón y La Guardia Imperial “tirando de la cuerda” para ver quien se quedaba con la bandera.
Íbamos y veníamos. Algunos tiraban, otros arremetían a golpes de puño para ganar terreno. Volaban piedras de los dos lados.
Ninguna barra quería ceder. Hasta que uno de los nuestros tuvo la brillante ocurrencia de atar a un poste cercano al cordón de la vereda el extremo de la bandera que estaba en nuestro poder.
Esa genialidad inclinó la balanza a nuestro favor porque ya no había que hacer fuerza y pudimos avocarnos a ganar metros de bandera.
Cuando ellos se vieron retrocediendo y que ya no podían resistir el embate, tomaron la sabia decisión de cortar el tirante, para no perderlo en su totalidad.
Cómo saldo de la pelea, no hubo heridos graves. Tan solo golpes, contusiones y algunos puntos de sutura en cada bando.
Más allá de las cargadas propias de nuestro fútbol, hoy, tantos años después de aquel combate seguimos destacando el arrojo y la valentía de La Guardia Imperial, que en aquella oscura noche en el bajo Belgrano se recontra pararon de manos con Los Borrachos del Tablón que, en honor a la verdad, logramos quedarnos con esa bandera gracias a un golpe de suerte, y de ingenio.
Es una historia real.
LBT.
