Quienes siguen nuestros artículos habrán leído lo placentero que resultó el viaje a Riobamba gracias a la hospitalidad de los locales.
Ahora bien, sepan que eso era la excepción y no la regla, menos aún, tratándose de un partido por Copa Libertadores, en la que cada Club se juega el todo por el todo.
En general, a los países limítrofes podíamos viajar todos. Pero cuando el destino era lejano, el costo elevado de los pasajes hacía que el Club solo nos permitiera viajar a 20 o 25 integrantes de Los Borrachos del Tablón.
Tan pocos hombres en un destino que podía ser hostil, llevó a diseñar una estrategia que nos permitiera al menos resistir ante alguna agresión por parte de los locales.
Así surgió la utilización de las “banderas de palo”. En verdad, los palos no estaban permitidos, entonces en su reemplazo usábamos caños de PVC de 2 mts de largo cada uno.
Para el ingreso al estadio, cada bandera (de 2 x 1 mts.) estaba enrollada en su propio mástil. Ahora bien, al finalizar el partido, las banderas se sacaban y se guardaban en una mochila. Quien llevaba la mochila se ubicaba siempre en el medio del grupo, para estar protegido. Y otra persona llevaba el paquete de caños de PVC que, si éramos emboscados por los locales, se repartían de inmediato y así contábamos con una “ayuda” ante tanta desproporción de fuerzas.
El 26 de Mayo de 2004, la estrategia dio sus frutos. River le ganó 3 a 1 a Deportivo Cali, allí en Colombia y, a unas 5 cuadras del estadio, en una parada de taxis, cuando creíamos que ya nos estábamos yendo sin problemas, nos sorprendió la barra local con mucha agresividad. Muchos de ellos empuñando facas…
De inmediato se repartieron los palos y al grito de “Aguante River” pudimos impresionarlos, repeler el ataque y correrlos del lugar, pese a que eran más del doble que nosotros.
A partir de ahora, cuando veas imágenes de esa época y adviertas las banderas de palo, acordate que eran “doble propósito”. Por un lado vestían la tribuna con nuestros colores y por otro, eran nuestras armas de defensa maravillosas, que sorteaban todos los controles de acceso, que estaban ahí a la vista, pero que cuando entraban en acción, intimidaban y dejaba a Los Borrachos del Tablón siempre bien parados, como la mejor barra de todos los tiempos, aunque sólo fuéramos 20.